Corría el año 68 de nuestra era y en tierras de la  Hispania Tarraconense, la Colonia Clunia Sulpicia, prosperaba bajo los auspicios de los dioses de Roma. Se vivían tiempos convulsos y el Gobernador  de toda esa parte del Imperio. El gran Servio Sulpicio Galba tenía  muchas cosas por las que temer.


Nos cuenta el historiador romano Suetonio que Galba había sido un gestor tan eficaz como cruel, tan despiadado, como avaro. Gobernó con mano firme el norte de África y la Galia, por lo cual, Nerón le premió, con el gobierno de la Hispania Tarraconense.


Aquí parece ser que se acostumbró a la buena vida, pero su afán de poder nunca dejó de estar presente, ello le llevó a participar en una rebelión contra Nerón que salió malparada.Así que se refugió en esta ciudad, esperando noticias de Roma, dudando entre luchar por el poder o dejarse vencer por los placeres hispánicos.